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Este libro pone al descubierto uno de esos hechos ignorados por casi todos los historiadores, sobre los acontecimientos religiosos que sucedieron en los días mismos de la instauración de la República, en Ezkioga, localidad de la Provincia de Guipúzcoa, que fue la primera en proclamar la República.

Se ha dicho, por ejemplo, que °las guerras civiles duran más de un siglo"; por eso la guerra del 1936-39 no cesa de estar presente. En ese contexto el Arzobispo de Tarragona Jaume Pujol ha dicho: "Hay que hacer un estudio histórico sobre el papel de la Iglesia en el Repúblicas, la Guerra Civil, y la dictadura franquista". En realidad, son pocos los que saben realmente como sucedieron los acontecimientos, cómo y por que surgió la cruzada.

El libro demuestra que la Virgen en Ezkioga no favoreció a ningún grupo interesado en cambiar el curso de los sucesos. Como 50 años después en Medjurgorje, la Virgen no vino a pedir en Ezkioga más que oración.

Ezkioga es un evento mariano extraordinario. Su mensaje da para más del siglo que duran las guerras civiles. Su mensaje sobrepasa el siglo, y sigue enseñando a los hombres, que el acto más elementalmente religioso, y eficaz, es la oración.

Oiga

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EZKIOGA FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

sábado, 28 de diciembre de 2013

la iglesia y ezkioga: Oiga

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Ezkioga es un evento mariano extraordinario. Su mensaje da para más del siglo que duran las guerras civiles. Su mensaje sobrepasa el siglo, y sigue enseñando a los hombres, que el acto más elementalmente religioso, y eficaz, es la oración.

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Ezkioga es un evento mariano extraordinario. Su mensaje da para más del siglo que duran las guerras civiles. Su mensaje sobrepasa el siglo, y sigue enseñando a los hombres, que el acto más elementalmente religioso, y eficaz, es la oración.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Ezkioga es un evento mariano extraordinario. Su mensaje da para más del siglo que duran las guerras civiles. Su mensaje sobrepasa el siglo, y sigue enseñando a los hombres, que el acto más elementalmente religioso, y eficaz, es la oración.

DURANGOKO AZOKA. Kulturaren plaza: Presentación libro EZKIOGA
Liburu aurkezpena: Ezkioga en el 80 aniversario de la Pastoral de Mons. Oscar Alvarez Gila, Antonio M. Artola Arbiza eta Jon Ander Ramos Martinez.  
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sábado, 2 de febrero de 2013

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El padre pasionista Antonio María Artola ha sido el primero en responder documentalmente al estudio de William Christian sobre las apariciones de Ezkioga, tan debatidas. Conocedores de fuentes de primera mano, el pasionista ha tenido acceso a la positio para la beatificación del cura de Zumárraga en tiempo de aquellas apariciones. De la conferencia pronunciada en 2011 entresacamos los datos siguientes:
El hecho interesó seriamente a los políticos, y el caso de Ezkioga fue presentado a las Cortes como un peligro nacional4. Tomaron parte en la discusión hombres de la talla de Romanones, Unamuno y Baroja. Manuel Azaña, siendo Ministro de la Guerra, encargó el 22 de julio de 1931, a Gregorio Marañón realizar, de incógnito, una investigación. Cuatro veces acudió a Ezkioga el Obispo Irurita desde Barcelona. Se dan cita en el olvidado lugar guipuzcoano personas del mayor rango en la santidad contemporánea. El Ven. Amundaráin, fundador de las Aliadas, y la Sierva de Dios Magdalena Aulina, fundadora de las Operarias Parroquiales, asistieron a los trances extáticos de los videntes. La Ven. M. Magdalena Marcucci se escribía desde su monasterio pasionista de Deusto con Evarista Galdós. Recibió también comunicaciones superiores en Ezkioga la mística Esperanza Aranda. Numerosas personalidades de Europa, especialmente de Francia, Bélgica e Irlanda se presentaron en Ezkioga. Entre ellos sobresale el escritor católico y académico de la lengua francesa, Gaetan de Bernoville. Con la prohibición del acceso de los videntes al lugar de las apariciones, éstas empezaron a cambiar de lugar,y se multiplicaron los videntes y las visiones creándose una verdadera red que se extendió por diversas zonas de la geografía española.
En 1931 era quizá la región más religiosa de Guipúzcoa. Después, esta región ha sido también a lo largo de medio siglo la mejor cantera de ETA.
Los hermanitos Bereciartúa, primeros videntes, eran Antonia que murió en Zumárraga, el 12.05.2005, a los 85 años, y Andrés en Vitoria, el 04.l0.2000, a los 76 años. Ambos están enterrados en el cementerio de Ezkioga. Al final de la primera semana de las apariciones, sometieron a los niños a una prueba de veracidad. A la niña la dejaron en el robledal. Al niño se lo llevaron a la otra falda del monte. A cada uno de los videntes le acompañaba un sacerdote. La visión empezó a las ocho y cuarto. Duró el tiempo de un rosario. Terminado el Rosario, y desaparecida la visión, cada uno de los sacerdotes escuchó de labios de los dos hermanos una narración completamente coincidente. La Virgen no habló nunca a los primeros videntes. Todo el tiempo las apariciones a los dos niños mantuvieron esa característica. Los primeros videntes nunca entraron ni en éxtasis ni en trance, pero quedaban como transfigurados.
Grande fue la contrariedad que experimentó el padre de los niños ante las visiones de sus hijos, y no pudo menos de someter a fuertes vejaciones a la hija. D. José era un hombre marcado por la psicología religiosa peculiar de la gente de Eibar. Católico de bautismo, pero alejado de la práctica religiosa y distante de todo lo relacionado con el mundo clerical. Lo menos que se pudo imaginar era que en su familia hubiera una vidente. Su disgusto debió de llegar al colmo cuando el día 2 vio llegar a dos curas hacia su taberna para informarse de lo que estaba sucediendo con sus hijos. Abundaron los malos tratos a su hija para que desistiera de tener visiones y engañar a la gente. La afluencia de gente cada vez más numerosa al rezo del rosario el día 4, le decidió a tomar una medida drástica. Llevo a sus hijos lejos del lugar de las apariciones, a un caserío desconocido.
El Venerable D. Antonio Amundaráin era a la sazón el Párroco de Zumárraga. Era el personaje eclesiástico más destacado del entorno de Ezkioga. Ejercía de párroco en Zumárraga desde el 23 de octubre de 1929. Con el fin de despertar en toda la parroquia el culto de la Virgen de la Antigua, organizó en los veranos de 1930-1931 una solemne novena que se desarrolló en los días 24 de junio al 2 de julio, fiesta de la Antigua. Para solemnizar la novena trajo la prodigiosa estatua a la Parroquia y organizó durante la novena, una gran procesión por las calles de Zumárraga. Había compuesto al efecto una novena en vascuence y español. Aquella novena tuvo una gran incidencia en la piedad del pueblo, y suscitó una corriente nueva de devoción a la Antigua. Precisamente en los últimos días de la novena de 1931 tuvieron lugar las primeras apariciones de la Dolorosa de Ezkioga. Su fama de santidad le ha valido la declaración de Venerable. Es, hasta el presente, el único sacerdote diocesano reconocido como tal, en la historia del País Vasco.
La realidad contagiosa de Ezkioga era el rezo masivo del santo rosario que, por su seriedad y fervor, suscitaba efectos espirituales que atraían a la gente en una manera inexplicable. Los videntes interrumpían con frecuencia el rezo con espontáneas exclamaciones, que enardecían al devoto público. Así se creó una maravillosa interacción entre el pueblo, los sacerdotes que dirigían el rezo y los videntes que lanzaban al aire sus gritos de oración. El efecto era como el oleaje de un océano místico que arrastraba a la multitud. No hubo en Ezkioga ni misas, ni rezo de salmos o plegarias litúrgicas. Solo el rosario.
Entre los nuevos videntes se mezclaron algunas personas fáciles a la utilización publicitaria de la prensa, y dóciles a los intereses políticos del momento histórico. Ellos protagonizaron las desviaciones condenadas por la autoridad eclesiástica. La gran masa de peregrinos venía con buena fe y mucha confianza en la intervención misericordiosa de la Virgen. Llegaron también a Ezkioga devotos llenos de fe, sin motivaciones políticas ni afanes de contestación eclesial Se contaron por miles estos peregrinos que llegaron de Cataluña. Fueron quizá las personas que más puramente vivieron el fenómeno de las apariciones durante los años 1931-1932 movimiento fue el Obispo de Barcelona, Mons. Manuel Irurita. El año 1931 visitó nada menos que cuatro veces Ezkioga25, e influyó en el industrial catalán Rafael García Gascón26. Entre los asiduos de Ezkioga estaba la Sierva de Dios Magdalena Aulina, fundadora de las Operarias Parroquiales. Era esta un alma extraordinariamente devota de santa Gema, deseosa de conocer los designios de Dios sobre su propia obra.
El primer golpe a Ezquioga es la declaración del entonces administrador de la diócesis Justo Echeguren, ante una publicación de la primera comisión oficiosa: “Con gran sorpresa hemos leído un escrito publicado hoy en la prensa, titulado: “Sobre las apariciones d Ezkioga” que estaba firmado por la Comisión Eclesiástica” y en el que se anunciaba que se rezaría el Santo Rosario COMO ACTO OFICIAL DE CULTO en aquel lugar. Cumpliendo especial encargo del Excelentísimo Obispo Diocesano, hacemos publico que ni su Excelencia Reverendísima, ni su Vicario General, ni ninguna Autoridad Eclesiástica, ha nombrado hasta la fecha Comisión alguna que entienda en los sucesos de Ezkioga por juzgar que no ha llegado todavía el momento oportuno para ello; y que aunque dicha Autoridad Eclesiástica no ha prohibido ni creo deber prohibir en manera alguna los actos religiosos que la fe y la piedad inspiran a los files que acuden a aquel lugar, no se practica allí alguno CON CARÁCTER OFICAL, en nombre de la Santa Iglesia, que ningún juicio ha emitido todavía acerca de las apariciones de la Santísima Virgen que allí pudieran tener lugar”. (DOSSIER, n. 1). En realidad la comisión que funcionaba era oficiosa, formada por dos eclesiásticos: el Párroco de Ezkioga y su coadjutor, con cuatro seglares: el alcalde y el secretario de Ezkioga, más el médico de Zumárraga y el practicante de Ezkioga.
El incumplimiento del milagro anunciado por Patxi Goicochea para el 26 de diciembre, procuró al Vicario General la ocasión para prohibir a los sacerdotes dirigieran el rosario y, negar los sacramentos a los videntes que acudieran a Ezkioga34. Todos estos actos de la autoridad diocesana revelaban la convicción del Vicario General sobre la falsedad de todo lo de Ezkioga35. El 10 de junio de 1932, el Vicario General negó también la licencia para construir una capilla en el lugar de las apariciones36. Siguió la privación de sacramentos a los videntes desobedientes. Estas medidas punitivas tuvieron un efecto inesperado. Prohibido a los videntes el acceso al lugar de las apariciones, la Virgen empezó a manifestarse, no solo en el País Vasco sino también en otros lugares de la geografía española
Ezkioga tuvo sus primeras sucursales en Guipúzcoa: Albistur, Urretxu, Irún, San Sebastián. La persecución hizo desplazar las apariciones a Astigarraga, Cegama, Legazpia, Legorreta, Tolosa, Ordizia, Ormáiztegui, Pasajes, Urnieta, Zaldivia, Ondarreta, Zumárraga. También alcanzó la expansión a Navarra (además de la capital, Pamplona, la zona privilegiada fue la Barranca). Hubo apariciones en el valle de Araquil con los ayuntamientos de Araquil, Arbizu, Echarri-Aranaz, Lacunza, Huarte-Araquil, Irañeta, Irurzun, y los concejos de Erroz e Izurdiaga; el Valle de Burunda, con Bacaicoa, Iturmendi, Urdiáin; el Valle de Ergoyen con Torrano, Lizarraga, Unanua. Alcanzó también a Asurmendi, Lekumberri, Mendigorría. Llegó también la ola expansiva a Bilbao y Álava (Bachicabo).
El P. Laburu se sometió en un todo a la metodología señalada por el Vicario General. Descuidó por completo el estudio genético de las apariciones evitando un interrogatorio serio a los hermanos Bereciartúa. Se concentró exclusivamente en las desviaciones de los videntes de la segunda época. Su estudio se centró sobre la naturaleza de las desviaciones. Pero los casos analizados por él no eran las apariciones fundantes de los hermanos Bereciartúa, sino sólo las desviaciones de Ezkioga.
El Obispo de Vitoria, secundando la sugerencia del Santo Oficio, remitió al dicasterio romano una documentación complementaria sobre los sucesos de Ezkioga, de modo particular sobre la persona inquietante de R. de Rigné (al que se debe la extensa colección fotográfica sobre las apariciones). El 3 de marzo de 1934 el Santo Oficio confió a Mons. Bondini el encargo especial de redactar un voto sobre todo el asunto de Ezkioga, que fue entregado el 04.06.1934. Se tuvo la Congregación particular sobre el voto el 13 de junio de 1934, que aprobó por unanimidad lo realizado por el Obispo Múgica. El 18 de junio se publicó en L’Osservatore Romano el definitivo decreto condenatorio de Ezkioga49. Así concluyó el proceso eclesiástico sobre los sucesos marianos de Ezkioga50
La actuación del Obispo de Vitoria agradó al Gobierno, que estaba muy preocupado por el sesgo antirrepublicano de Ezkioga. La cuestión de las apariciones de la localidad guipuzcoana era considerada por las Cortes como un grave peligro nacional. El Diputado Antonio de la Villa opinaba que “los milagros de Ezkioga sean un recuento de fuerzas de los Tradicionalistas vasco-navarros para dar la batalla a la República”51. La República consideró a Ezkioga como una reacción de la religiosidad popular más supersticiosa52. El 22 de agosto el Gobierno suspendió las publicaciones de derechas y mandó tropas al Norte. El 3 de febrero de 1932 el Estado impuso la retirada de las imágenes religiosas de los ayuntamientos de Guipúzcoa. En octubre del mismo 1932 empezaron los arrestos de los videntes53. En cuanto a la actitud condenatoria de Múgica y Echeguren, su proceder fue bien visto por el Gobierno. Múgica volvió a su sede de Vitoria (11 de abril de 1933) y el Vicario General fue promovido a obispo de Oviedo (28 de enero 1935). Un mes antes del estallido de la Guerra Civil, el 26 de junio de 1936 escribió Mons. Múgica su última carta sobre Ezkioga, mandando retirar la estatua de la Virgen de los Dolores.
Muchos católicos veían en Ezkioga una respuesta del cielo contra la República. Tal interpretación de Ezkioga era sumamente peligrosa en la diócesis de Vitoria. El Prelado estaba desterrado por el Gobierno en Francia. Ezkioga esgrimida como una bandera antirrepublicana auguraba reacciones muy negativas para la Diócesis. Por esta razón el Vicario General se posicionó de cara a las apariciones en una actitud beligerante y negativa.
En octubre de 1932 empezaron las detenciones de los videntes: “El P. Burguera fue uno de los detenidos y estuvo algunos dias en la cárcel y tal vez fue entonces cuando Vd. le escribió. El P. Burguera y el Juez de Ezquioga fueron los únicos encarcelados. En la Casa de salud de Santa Águeda fueron recluidos por orden del Sr. Gobernador, Francisco Goicoechea, Garmendia, Vicente el joven de Urrestilla, María Kecalde, la vidente de Tolosa, una niña de Beasain, la vidente de Urrestilla y alguna más que no recuerdo; pero todos salieron después del reconocimiento ordenado por el Sr. Gobernador con el certificado de que no son manicomiables.Gracias a Dios. Hace ya días que desaparecieron los Guardias. Tengo noticias que el actual Gobernador no está dispuesto a deshacer las disposiciones del anterior por haber manifestado así a los Alcaldes de Ezquioga y Ormáiztegui que le visitaron solicitando autorización para subir a la campa, pero tampoco se ve que hagan mucho caso. La gente sube, reza y canta lo mismo que antes. Cuando los Guardias del puesto de Villarreal pasan por allí de servicio ordinario, la gente se desparrama y nada mas [...] De la actuación del Juez especial tendrá Vd. noticias. Hay 5 procesados que son: Echezarreta, Pachi Goicoechea, el Juez de Ezquioga, una señora que vive en Zaragoza y no recuerdo el otro. El Juez especial dejó este asunto encomendándoselo al de Azpeitia, quien según noticias que hasta mi han llegado, está dispuesto a dar el carpetazo por no encontrar culpabilidad”. (Carta de Joaquín Aguirre, coadjutor de Ichaso, parroquia vecina de Ezkioga, a Alfredo Renschaw, del 3 de enero de 1933).
La aceptación del decreto condenatorio de parte del clero fue universal e incondicional. Pero no fue sin dolor. Todo el mundo tenía la convicción de que una condenación tan total, drástica y global, no respondía a la verdad. Para los fieles ezkioguistas no era verdad que en Ezkioga todo hubiera sido falso y negativo. La gente tenía la experiencia de que en Ezkioga hubo verdaderas y auténticas vivencias extraordinarias. El pueblo fiel se había adherido al mensaje de Ezkioga con una aceptación ingenua, pero generosa. El veredicto de la Iglesia fue aceptado con entera sumisión. La persona del venerable Mons. Mateo Múgica era universalmente querida y apreciada. Su decisión, aunque penosa para mucha gente, encontró un eco general de sumisión.
El problema serio que planteaba ya entonces la actitud de la Iglesia era la negación tan enérgica de todo lo sucedido en Ezkioga, sin ninguna matización ni diferenciación en los hechos maravillosos de Anduaga. La férrea lógica de Echeguren-Múgica-Bondini llevaba a una conclusión final difícil de comprender. Englobaba en un todo indiferenciado el conjunto de las apariciones de Ezkioga. Con la referencia a unos cuantos videntes poco fiables, se daba un juicio de valor sobre un total de 250 videntes. La negación de todo elemento sobrenatural era sospechosa de parcialidad. ¿Por qué se limitaba la encuesta a los falsos videntes?
La lista de Echeguren y de Múgica es de falsos videntes.
Para dar un juicio más ajustado a la realidad son útiles los testimonios que en el proceso de beatificación presentaron algunos sacerdotes eminentes del País Vasco. Comencemos por dejar constancia de que la Iglesia estuvo desde el primer momento presente en Ezkioga. Antes de las 24 horas de la aparición fue alertada la Parroquia de Zumárraga. Al tercer día dos sacerdotes de dicha Parroquia visitan el lugar de las apariciones y son testigos de la tercera aparición. El día 4 el clero de Zumárraga empieza a dirigir el rezo del rosario grupal que será la característica de Ezkioga. El Párroco de Zumárraga fue el que asumió la responsabilidad de controlar y discernir el curso de las manifestaciones marianas. Efectivamente, D. Antonio siguió desde el primer momento con gran atención los sucesos. Comprobó directamente a los videntes en estado de aparición; organizó el rezo del rosario; formó la comisión de discernimiento de los milagros. Por fin, fue quien dio un dictamen primero y con conocimiento directo de las cosas, sobre el conjunto de Ezkioga. Además, en todo momento dio muestras de estar a la escucha de los acontecimientos prescindiendo de la idea que se había formado personalmente de las apariciones. Ezkioga nunca fue otro Lourdes. Los niños no hacían sino rezar el rosario, ajustándose a lo que la Virgen les sugería desde dentro. Luego vinieron los milagros, y Amundaráin se vio desconcertado. Él quería, sin duda, que hubiera signos que acreditaran la verdad de la aparición, quizá al modo de la fuente milagrosa que empezó a manar en la gruta de Massabielle. Pero en Ezkioga los signos no correspondieron a su idea. Los primmeros fueron milagros de conversión. Además, no eran los niños los protagonistas de los signos, sino que surgieron nuevos videntes agraciados con tales señales. Estas novedades contribuyeron a crear cierta perplejidad en D. Antonio respecto de los niños, inclinándose -algún tiempo- hacia los videntes más dotados de dones extraordinarios. Además, los signos de Ezkioga no eran inequívocos como los de Lourdes. Por eso había que someterlos a discernimiento, para captar su sentido. Para ello formó la comisión especial. A estas novedades se añadieron otras. Se multiplicaron las visiones. La afluencia era inusitada y en pocas semanas Ezkioga cambió completamente de aspecto religioso. D. Antonio seguía toda esta evolución con suma atención. Notaba en Ezkioga muchas cosas que no le gustaban, pero nunca dudó de los hechos aparicionales.
La conducta de D. Antonio tipificaba la reacción del clero que colaboraba con él en Ezkioga. En esta primera etapa local, el clero aceptó el carácter grupal de las apariciones. No se dejó impresionar por los elementos problemáticos, que eran de tipo accidental. Creyó que lo de Ezkioga era verdadero. El comunicado del 28 de julio fue la síntesis de lo que creía de Ezkioga, de lo que estaba pasando en Ezkioga, y de los problemas verdaderos que entreveía en su desarrollo. Los problemas comenzaron con la desautorización del comunicado. Desde entonces las relaciones entre el Párroco y las autoridades diocesanas se hicieron tensas. Pero el Ven. Amundaráin siguió defendiendo a Ezkioga. El momento más crítico fue la simulada estigmatización de Ramona. D. Antonio había creído hasta entonces en Ramona y la tenía por verdadera vidente. Por eso, la simulada estigmatización de Ramona le procuró una áspera reprensión del Vicario General. A pesar del doloroso fiasco, en la reunión que el mismo día tuvo el Dr. D. Justo Echeguren con D. Antonio, D. Pío Montoya, y Julián Ayestarán, el Párroco de Zumárraga defendió a los niños Bereciartúa, diferenciándolos de los demás videntes. Una fuente de información no utilizada hasta ahora son los procesos de su beatificación. Según estos testimonios, cuando el Obispo procedió a la condenación de Ezkioga, D. Antonio le expresó su disconformidad en una carta personal. Mas, después de escrita y depositada en correos, por escrúpulos de conciencia, logró rescatarla, y la carta nunca salió de la oficina de correos de Zumárraga.
En estas circunstancias resultó muy delicado el papel del Párroco. Los sucesos negativos de los últimos meses obligaron a Amundaráin a dejar la Parroquia el 16 de diciembre de 1932, retirándose al Noviciado de las Hermanas Mercedarias de la Caridad.
El problema crucial de las apariciones en sus comienzos suele ser el discernimiento entre las “verdaderas” y las “falsas”. La importancia del discernimiento y sus riesgos los describió muy acertadamente el ilustre jesuita P. Juan Roig Gironella cuando afirmó que “todas las apariciones son, al principio, auténticas y, luego, debido a una falta de dirección espiritual, casi todas emprenden un mal camino” (fue director espiritual en Can Cerdá, apariciones de los años 70).
Las urgencias de una diócesis en estado de persecución no permitieron la calma y la lentitud pedidas por el ilustre literato francés. La obsesión por no crear más motivos de tensión política, forzó a actuar rápidamente, con una serie de medidas de ámbito estrictamente diocesano.
Ante el peligro de un recrudecimiento de la acción represiva del Gobierno, se recurrió a un método expeditivo: la condenación de todo el conjunto de las visiones. Esta actitud negativa de la Iglesia exasperó la sensibilidad del pueblo devoto de Ezkioga, y la fe en Ezkioga se radicalizó bajo la forma de una reacción contraria a la política del Gobierno republicano.La decisión de Vitoria evitaba un peligro inmediato, pero dejaba detrás de sí una estela de frustración que duró largos años. En la historia de las apariciones, la de Ezkioga aparece a la cabeza de todas las apariciones del siglo XX condenadas por la Iglesia.
una vergüenza colectiva que cayó sobre la Iglesia Vasca tras la condenación eclesiástica de los fenómenos. “El asunto [de Ezkioga] se convirtió en tabú para quienes lo vivieron intensamente, en una especie de vergüenza colectiva para el Goiherri y la Barranca” (WILLIAM A. CHRISTIAN, Jr. Las visiones de Ezkioga, p. 16). Las causas de la vergüenza colectiva parecen estar en la increíble multitud de “personas que, durante más o menos tiempo, creyeron en algo que la Iglesia acabó por condenar” (Ibíd.17). “Decenas de millares de personas mayores del País Vasco se sintieron perplejas por lo que veían y creían. El silencio impuesto por el obispo hizo que se avergonzaran de su propio entusiasmo […]. Cientos de miles de familias de videntes de Navarra y Guipúzcoa, en especial las de origen rural o de pequeñas ciudades que no han mudado de residencia, han cargado con el estigma de Ezkioga durante sesenta años en total silencio” (WILLIAM A. CHRISTIAN, Jr., Las visiones de Ezkioga, p. 402). Este silencio ha afectado especialmente a todos los grupos y movimientos que buscaron ayuda y sentido en Ezkioga, y en la actualidad consideran esa aportación como algo que a toda costa hay que olvidar.
En cuanto a los principales opositores a las apariciones, el administrador apostólico de la diócesis, Justo Echeguren fue promovido a obispo de Oviedo y falleció en un accidente automovilístico el 16 de agosto de 1937.
Don Mateo Múgica fue expulsado de su diócesis y de España en 1936 por orden del general Miguel Cabanellas, presidente de la entonces Junta de Defensa Nacional. Junto con los cardenales Vidal y Barraquer y Segura, se negó a firmar la Carta Colectiva de los obispos españoles a los obispos del mundo, que se publicó el 1 de julio de 1937 y fue firmada por 48 prelados, de los que 8 eran arzobispos, 35 obispos y 5 vicarios capitulares. Fue obligado a renunciar a su diócesis a cambio de la de Cinna y se instaló en el País Vasco francés. Fue autorizado a regresar a España en 1947 estableciéndose en Zarauz, donde residió, ciego, hasta su muerte a los 98 años de edad. Sus restos reposan en la Catedral de Santa María de Vitoria.
El padre Laburu, siguió siendo conferenciante popular predicador en las semanas santas, el escritor Alfonso Ussia cuenta sus vivencias infantiles durante sus sermones: " A mí, la verdad, el padre Laburu no me hacía llorar, pero me dejaba helado. De terror, de culpa, de responsabilidad. Nos dirigía la palabra como si cada uno de los que le oíamos fuéramos Pilatos o Taifás. Al terminar el larguísimo sermón, todos nos creíamos pecadores sin perdón, malvados asesinos de Cristo, cínicos romanos o bífidos hebreos".