El padre pasionista Antonio María Artola ha sido el primero
en responder documentalmente al estudio de William Christian sobre las
apariciones de Ezkioga, tan debatidas. Conocedores de fuentes de primera mano,
el pasionista ha tenido acceso a la positio para la beatificación del cura de
Zumárraga en tiempo de aquellas apariciones. De la conferencia pronunciada en
2011 entresacamos los datos siguientes:
El hecho interesó seriamente a los políticos, y el caso de
Ezkioga fue presentado a las Cortes como un peligro nacional4. Tomaron parte en
la discusión hombres de la talla de Romanones, Unamuno y Baroja. Manuel Azaña,
siendo Ministro de la Guerra, encargó el 22 de julio de 1931, a Gregorio
Marañón realizar, de incógnito, una investigación. Cuatro veces acudió a
Ezkioga el Obispo Irurita desde Barcelona. Se dan cita en el olvidado lugar
guipuzcoano personas del mayor rango en la santidad contemporánea. El Ven.
Amundaráin, fundador de las Aliadas, y la Sierva de Dios Magdalena Aulina,
fundadora de las Operarias Parroquiales, asistieron a los trances extáticos de
los videntes. La Ven. M. Magdalena Marcucci se escribía desde su monasterio
pasionista de Deusto con Evarista Galdós. Recibió también comunicaciones
superiores en Ezkioga la mística Esperanza Aranda. Numerosas personalidades de
Europa, especialmente de Francia, Bélgica e Irlanda se presentaron en Ezkioga.
Entre ellos sobresale el escritor católico y académico de la lengua francesa,
Gaetan de Bernoville. Con la prohibición del acceso de los videntes al lugar de
las apariciones, éstas empezaron a cambiar de lugar,y se multiplicaron los
videntes y las visiones creándose una verdadera red que se extendió por diversas
zonas de la geografía española.
En 1931 era quizá la región más religiosa de Guipúzcoa.
Después, esta región ha sido también a lo largo de medio siglo la mejor cantera
de ETA.
Los hermanitos Bereciartúa, primeros videntes, eran Antonia
que murió en Zumárraga, el 12.05.2005, a los 85 años, y Andrés en Vitoria, el
04.l0.2000, a los 76 años. Ambos están enterrados en el cementerio de Ezkioga.
Al final de la primera semana de las apariciones, sometieron a los niños a una
prueba de veracidad. A la niña la dejaron en el robledal. Al niño se lo
llevaron a la otra falda del monte. A cada uno de los videntes le acompañaba un
sacerdote. La visión empezó a las ocho y cuarto. Duró el tiempo de un rosario.
Terminado el Rosario, y desaparecida la visión, cada uno de los sacerdotes
escuchó de labios de los dos hermanos una narración completamente coincidente.
La Virgen no habló nunca a los primeros videntes. Todo el tiempo las
apariciones a los dos niños mantuvieron esa característica. Los primeros
videntes nunca entraron ni en éxtasis ni en trance, pero quedaban como
transfigurados.
Grande fue la contrariedad que experimentó el padre de los
niños ante las visiones de sus hijos, y no pudo menos de someter a fuertes
vejaciones a la hija. D. José era un hombre marcado por la psicología religiosa
peculiar de la gente de Eibar. Católico de bautismo, pero alejado de la
práctica religiosa y distante de todo lo relacionado con el mundo clerical. Lo
menos que se pudo imaginar era que en su familia hubiera una vidente. Su
disgusto debió de llegar al colmo cuando el día 2 vio llegar a dos curas hacia
su taberna para informarse de lo que estaba sucediendo con sus hijos. Abundaron
los malos tratos a su hija para que desistiera de tener visiones y engañar a la
gente. La afluencia de gente cada vez más numerosa al rezo del rosario el día
4, le decidió a tomar una medida drástica. Llevo a sus hijos lejos del lugar de
las apariciones, a un caserío desconocido.
El Venerable D. Antonio Amundaráin era a la sazón el Párroco
de Zumárraga. Era el personaje eclesiástico más destacado del entorno de
Ezkioga. Ejercía de párroco en Zumárraga desde el 23 de octubre de 1929. Con el
fin de despertar en toda la parroquia el culto de la Virgen de la Antigua,
organizó en los veranos de 1930-1931 una solemne novena que se desarrolló en
los días 24 de junio al 2 de julio, fiesta de la Antigua. Para solemnizar la
novena trajo la prodigiosa estatua a la Parroquia y organizó durante la novena,
una gran procesión por las calles de Zumárraga. Había compuesto al efecto una
novena en vascuence y español. Aquella novena tuvo una gran incidencia en la
piedad del pueblo, y suscitó una corriente nueva de devoción a la Antigua.
Precisamente en los últimos días de la novena de 1931 tuvieron lugar las
primeras apariciones de la Dolorosa de Ezkioga. Su fama de santidad le ha
valido la declaración de Venerable. Es, hasta el presente, el único sacerdote
diocesano reconocido como tal, en la historia del País Vasco.
La realidad contagiosa de Ezkioga era el rezo masivo del
santo rosario que, por su seriedad y fervor, suscitaba efectos espirituales que
atraían a la gente en una manera inexplicable. Los videntes interrumpían con
frecuencia el rezo con espontáneas exclamaciones, que enardecían al devoto
público. Así se creó una maravillosa interacción entre el pueblo, los
sacerdotes que dirigían el rezo y los videntes que lanzaban al aire sus gritos
de oración. El efecto era como el oleaje de un océano místico que arrastraba a
la multitud. No hubo en Ezkioga ni misas, ni rezo de salmos o plegarias
litúrgicas. Solo el rosario.
Entre los nuevos videntes se mezclaron algunas personas
fáciles a la utilización publicitaria de la prensa, y dóciles a los intereses
políticos del momento histórico. Ellos protagonizaron las desviaciones
condenadas por la autoridad eclesiástica. La gran masa de peregrinos venía con
buena fe y mucha confianza en la intervención misericordiosa de la Virgen.
Llegaron también a Ezkioga devotos llenos de fe, sin motivaciones políticas ni
afanes de contestación eclesial Se contaron por miles estos peregrinos que
llegaron de Cataluña. Fueron quizá las personas que más puramente vivieron el
fenómeno de las apariciones durante los años 1931-1932 movimiento fue el Obispo
de Barcelona, Mons. Manuel Irurita. El año 1931 visitó nada menos que cuatro
veces Ezkioga25, e influyó en el industrial catalán Rafael García Gascón26.
Entre los asiduos de Ezkioga estaba la Sierva de Dios Magdalena Aulina,
fundadora de las Operarias Parroquiales. Era esta un alma extraordinariamente
devota de santa Gema, deseosa de conocer los designios de Dios sobre su propia
obra.
El primer golpe a Ezquioga es la declaración del entonces
administrador de la diócesis Justo Echeguren, ante una publicación de la
primera comisión oficiosa: “Con gran sorpresa hemos leído un escrito publicado
hoy en la prensa, titulado: “Sobre las apariciones d Ezkioga” que estaba
firmado por la Comisión Eclesiástica” y en el que se anunciaba que se rezaría
el Santo Rosario COMO ACTO OFICIAL DE CULTO en aquel lugar. Cumpliendo especial
encargo del Excelentísimo Obispo Diocesano, hacemos publico que ni su
Excelencia Reverendísima, ni su Vicario General, ni ninguna Autoridad
Eclesiástica, ha nombrado hasta la fecha Comisión alguna que entienda en los
sucesos de Ezkioga por juzgar que no ha llegado todavía el momento oportuno
para ello; y que aunque dicha Autoridad Eclesiástica no ha prohibido ni creo
deber prohibir en manera alguna los actos religiosos que la fe y la piedad
inspiran a los files que acuden a aquel lugar, no se practica allí alguno CON
CARÁCTER OFICAL, en nombre de la Santa Iglesia, que ningún juicio ha emitido
todavía acerca de las apariciones de la Santísima Virgen que allí pudieran
tener lugar”. (DOSSIER, n. 1). En realidad la comisión que funcionaba era
oficiosa, formada por dos eclesiásticos: el Párroco de Ezkioga y su coadjutor,
con cuatro seglares: el alcalde y el secretario de Ezkioga, más el médico de
Zumárraga y el practicante de Ezkioga.
El incumplimiento del milagro anunciado por Patxi Goicochea
para el 26 de diciembre, procuró al Vicario General la ocasión para prohibir a
los sacerdotes dirigieran el rosario y, negar los sacramentos a los videntes
que acudieran a Ezkioga34. Todos estos actos de la autoridad diocesana
revelaban la convicción del Vicario General sobre la falsedad de todo lo de
Ezkioga35. El 10 de junio de 1932, el Vicario General negó también la licencia
para construir una capilla en el lugar de las apariciones36. Siguió la
privación de sacramentos a los videntes desobedientes. Estas medidas punitivas
tuvieron un efecto inesperado. Prohibido a los videntes el acceso al lugar de
las apariciones, la Virgen empezó a manifestarse, no solo en el País Vasco sino
también en otros lugares de la geografía española
Ezkioga tuvo sus primeras sucursales en Guipúzcoa: Albistur,
Urretxu, Irún, San Sebastián. La persecución hizo desplazar las apariciones a
Astigarraga, Cegama, Legazpia, Legorreta, Tolosa, Ordizia, Ormáiztegui,
Pasajes, Urnieta, Zaldivia, Ondarreta, Zumárraga. También alcanzó la expansión
a Navarra (además de la capital, Pamplona, la zona privilegiada fue la
Barranca). Hubo apariciones en el valle de Araquil con los ayuntamientos de
Araquil, Arbizu, Echarri-Aranaz, Lacunza, Huarte-Araquil, Irañeta, Irurzun, y
los concejos de Erroz e Izurdiaga; el Valle de Burunda, con Bacaicoa,
Iturmendi, Urdiáin; el Valle de Ergoyen con Torrano, Lizarraga, Unanua. Alcanzó
también a Asurmendi, Lekumberri, Mendigorría. Llegó también la ola expansiva a
Bilbao y Álava (Bachicabo).
El P. Laburu se sometió en un todo a la metodología señalada
por el Vicario General. Descuidó por completo el estudio genético de las
apariciones evitando un interrogatorio serio a los hermanos Bereciartúa. Se
concentró exclusivamente en las desviaciones de los videntes de la segunda
época. Su estudio se centró sobre la naturaleza de las desviaciones. Pero los
casos analizados por él no eran las apariciones fundantes de los hermanos
Bereciartúa, sino sólo las desviaciones de Ezkioga.
El Obispo de Vitoria, secundando la sugerencia del Santo
Oficio, remitió al dicasterio romano una documentación complementaria sobre los
sucesos de Ezkioga, de modo particular sobre la persona inquietante de R. de
Rigné (al que se debe la extensa colección fotográfica sobre las apariciones).
El 3 de marzo de 1934 el Santo Oficio confió a Mons. Bondini el encargo
especial de redactar un voto sobre todo el asunto de Ezkioga, que fue entregado
el 04.06.1934. Se tuvo la Congregación particular sobre el voto el 13 de junio
de 1934, que aprobó por unanimidad lo realizado por el Obispo Múgica. El 18 de
junio se publicó en L’Osservatore Romano el definitivo decreto condenatorio de
Ezkioga49. Así concluyó el proceso eclesiástico sobre los sucesos marianos de
Ezkioga50
La actuación del Obispo de Vitoria agradó al Gobierno, que
estaba muy preocupado por el sesgo antirrepublicano de Ezkioga. La cuestión de
las apariciones de la localidad guipuzcoana era considerada por las Cortes como
un grave peligro nacional. El Diputado Antonio de la Villa opinaba que “los
milagros de Ezkioga sean un recuento de fuerzas de los Tradicionalistas
vasco-navarros para dar la batalla a la República”51. La República consideró a
Ezkioga como una reacción de la religiosidad popular más supersticiosa52. El 22
de agosto el Gobierno suspendió las publicaciones de derechas y mandó tropas al
Norte. El 3 de febrero de 1932 el Estado impuso la retirada de las imágenes
religiosas de los ayuntamientos de Guipúzcoa. En octubre del mismo 1932
empezaron los arrestos de los videntes53. En cuanto a la actitud condenatoria de
Múgica y Echeguren, su proceder fue bien visto por el Gobierno. Múgica volvió a
su sede de Vitoria (11 de abril de 1933) y el Vicario General fue promovido a
obispo de Oviedo (28 de enero 1935). Un mes antes del estallido de la Guerra
Civil, el 26 de junio de 1936 escribió Mons. Múgica su última carta sobre
Ezkioga, mandando retirar la estatua de la Virgen de los Dolores.
Muchos católicos veían en Ezkioga una respuesta del cielo
contra la República. Tal interpretación de Ezkioga era sumamente peligrosa en
la diócesis de Vitoria. El Prelado estaba desterrado por el Gobierno en
Francia. Ezkioga esgrimida como una bandera antirrepublicana auguraba
reacciones muy negativas para la Diócesis. Por esta razón el Vicario General se
posicionó de cara a las apariciones en una actitud beligerante y negativa.
En octubre de 1932 empezaron las detenciones de los videntes:
“El P. Burguera fue uno de los detenidos y estuvo algunos dias en la cárcel y
tal vez fue entonces cuando Vd. le escribió. El P. Burguera y el Juez de Ezquioga
fueron los únicos encarcelados. En la Casa de salud de Santa Águeda fueron
recluidos por orden del Sr. Gobernador, Francisco Goicoechea, Garmendia,
Vicente el joven de Urrestilla, María Kecalde, la vidente de Tolosa, una niña
de Beasain, la vidente de Urrestilla y alguna más que no recuerdo; pero todos
salieron después del reconocimiento ordenado por el Sr. Gobernador con el
certificado de que no son manicomiables.Gracias a Dios. Hace ya días que
desaparecieron los Guardias. Tengo noticias que el actual Gobernador no está
dispuesto a deshacer las disposiciones del anterior por haber manifestado así a
los Alcaldes de Ezquioga y Ormáiztegui que le visitaron solicitando
autorización para subir a la campa, pero tampoco se ve que hagan mucho caso. La
gente sube, reza y canta lo mismo que antes. Cuando los Guardias del puesto de
Villarreal pasan por allí de servicio ordinario, la gente se desparrama y nada
mas [...] De la actuación del Juez especial tendrá Vd. noticias. Hay 5
procesados que son: Echezarreta, Pachi Goicoechea, el Juez de Ezquioga, una
señora que vive en Zaragoza y no recuerdo el otro. El Juez especial dejó este
asunto encomendándoselo al de Azpeitia, quien según noticias que hasta mi han
llegado, está dispuesto a dar el carpetazo por no encontrar culpabilidad”.
(Carta de Joaquín Aguirre, coadjutor de Ichaso, parroquia vecina de Ezkioga, a
Alfredo Renschaw, del 3 de enero de 1933).
La aceptación del decreto condenatorio de parte del clero fue
universal e incondicional. Pero no fue sin dolor. Todo el mundo tenía la
convicción de que una condenación tan total, drástica y global, no respondía a
la verdad. Para los fieles ezkioguistas no era verdad que en Ezkioga todo
hubiera sido falso y negativo. La gente tenía la experiencia de que en Ezkioga hubo
verdaderas y auténticas vivencias extraordinarias. El pueblo fiel se había
adherido al mensaje de Ezkioga con una aceptación ingenua, pero generosa. El
veredicto de la Iglesia fue aceptado con entera sumisión. La persona del
venerable Mons. Mateo Múgica era universalmente querida y apreciada. Su
decisión, aunque penosa para mucha gente, encontró un eco general de sumisión.
El problema serio que planteaba ya entonces la actitud de la
Iglesia era la negación tan enérgica de todo lo sucedido en Ezkioga, sin
ninguna matización ni diferenciación en los hechos maravillosos de Anduaga. La
férrea lógica de Echeguren-Múgica-Bondini llevaba a una conclusión final
difícil de comprender. Englobaba en un todo indiferenciado el conjunto de las
apariciones de Ezkioga. Con la referencia a unos cuantos videntes poco fiables,
se daba un juicio de valor sobre un total de 250 videntes. La negación de todo
elemento sobrenatural era sospechosa de parcialidad. ¿Por qué se limitaba la
encuesta a los falsos videntes?
La lista de Echeguren y de Múgica es de falsos videntes.
Para dar un juicio más ajustado a la realidad son útiles los
testimonios que en el proceso de beatificación presentaron algunos sacerdotes
eminentes del País Vasco. Comencemos por dejar constancia de que la Iglesia
estuvo desde el primer momento presente en Ezkioga. Antes de las 24 horas de la
aparición fue alertada la Parroquia de Zumárraga. Al tercer día dos sacerdotes
de dicha Parroquia visitan el lugar de las apariciones y son testigos de la
tercera aparición. El día 4 el clero de Zumárraga empieza a dirigir el rezo del
rosario grupal que será la característica de Ezkioga. El Párroco de Zumárraga
fue el que asumió la responsabilidad de controlar y discernir el curso de las
manifestaciones marianas. Efectivamente, D. Antonio siguió desde el primer
momento con gran atención los sucesos. Comprobó directamente a los videntes en
estado de aparición; organizó el rezo del rosario; formó la comisión de
discernimiento de los milagros. Por fin, fue quien dio un dictamen primero y
con conocimiento directo de las cosas, sobre el conjunto de Ezkioga. Además, en
todo momento dio muestras de estar a la escucha de los acontecimientos
prescindiendo de la idea que se había formado personalmente de las apariciones.
Ezkioga nunca fue otro Lourdes. Los niños no hacían sino rezar el rosario,
ajustándose a lo que la Virgen les sugería desde dentro. Luego vinieron los
milagros, y Amundaráin se vio desconcertado. Él quería, sin duda, que hubiera
signos que acreditaran la verdad de la aparición, quizá al modo de la fuente
milagrosa que empezó a manar en la gruta de Massabielle. Pero en Ezkioga los
signos no correspondieron a su idea. Los primmeros fueron milagros de
conversión. Además, no eran los niños los protagonistas de los signos, sino que
surgieron nuevos videntes agraciados con tales señales. Estas novedades
contribuyeron a crear cierta perplejidad en D. Antonio respecto de los niños,
inclinándose -algún tiempo- hacia los videntes más dotados de dones
extraordinarios. Además, los signos de Ezkioga no eran inequívocos como los de
Lourdes. Por eso había que someterlos a discernimiento, para captar su sentido.
Para ello formó la comisión especial. A estas novedades se añadieron otras. Se
multiplicaron las visiones. La afluencia era inusitada y en pocas semanas
Ezkioga cambió completamente de aspecto religioso. D. Antonio seguía toda esta
evolución con suma atención. Notaba en Ezkioga muchas cosas que no le gustaban,
pero nunca dudó de los hechos aparicionales.
La conducta de D. Antonio tipificaba la reacción del clero
que colaboraba con él en Ezkioga. En esta primera etapa local, el clero aceptó
el carácter grupal de las apariciones. No se dejó impresionar por los elementos
problemáticos, que eran de tipo accidental. Creyó que lo de Ezkioga era
verdadero. El comunicado del 28 de julio fue la síntesis de lo que creía de
Ezkioga, de lo que estaba pasando en Ezkioga, y de los problemas verdaderos que
entreveía en su desarrollo. Los problemas comenzaron con la desautorización del
comunicado. Desde entonces las relaciones entre el Párroco y las autoridades
diocesanas se hicieron tensas. Pero el Ven. Amundaráin siguió defendiendo a
Ezkioga. El momento más crítico fue la simulada estigmatización de Ramona. D.
Antonio había creído hasta entonces en Ramona y la tenía por verdadera vidente.
Por eso, la simulada estigmatización de Ramona le procuró una áspera reprensión
del Vicario General. A pesar del doloroso fiasco, en la reunión que el mismo
día tuvo el Dr. D. Justo Echeguren con D. Antonio, D. Pío Montoya, y Julián
Ayestarán, el Párroco de Zumárraga defendió a los niños Bereciartúa,
diferenciándolos de los demás videntes. Una fuente de información no utilizada
hasta ahora son los procesos de su beatificación. Según estos testimonios,
cuando el Obispo procedió a la condenación de Ezkioga, D. Antonio le expresó su
disconformidad en una carta personal. Mas, después de escrita y depositada en
correos, por escrúpulos de conciencia, logró rescatarla, y la carta nunca salió
de la oficina de correos de Zumárraga.
En estas circunstancias resultó muy delicado el papel del
Párroco. Los sucesos negativos de los últimos meses obligaron a Amundaráin a
dejar la Parroquia el 16 de diciembre de 1932, retirándose al Noviciado de las
Hermanas Mercedarias de la Caridad.
El problema crucial de las apariciones en sus comienzos suele
ser el discernimiento entre las “verdaderas” y las “falsas”. La importancia del
discernimiento y sus riesgos los describió muy acertadamente el ilustre jesuita
P. Juan Roig Gironella cuando afirmó que “todas las apariciones son, al
principio, auténticas y, luego, debido a una falta de dirección espiritual,
casi todas emprenden un mal camino” (fue director espiritual en Can Cerdá,
apariciones de los años 70).
Las urgencias de una diócesis en estado de persecución no
permitieron la calma y la lentitud pedidas por el ilustre literato francés. La
obsesión por no crear más motivos de tensión política, forzó a actuar
rápidamente, con una serie de medidas de ámbito estrictamente diocesano.
Ante el peligro de un recrudecimiento de la acción represiva
del Gobierno, se recurrió a un método expeditivo: la condenación de todo el
conjunto de las visiones. Esta actitud negativa de la Iglesia exasperó la
sensibilidad del pueblo devoto de Ezkioga, y la fe en Ezkioga se radicalizó
bajo la forma de una reacción contraria a la política del Gobierno
republicano.La decisión de Vitoria evitaba un peligro inmediato, pero dejaba
detrás de sí una estela de frustración que duró largos años. En la historia de
las apariciones, la de Ezkioga aparece a la cabeza de todas las apariciones del
siglo XX condenadas por la Iglesia.
una vergüenza colectiva que cayó sobre la Iglesia Vasca tras
la condenación eclesiástica de los fenómenos. “El asunto [de Ezkioga] se
convirtió en tabú para quienes lo vivieron intensamente, en una especie de
vergüenza colectiva para el Goiherri y la Barranca” (WILLIAM A. CHRISTIAN, Jr.
Las visiones de Ezkioga, p. 16). Las causas de la vergüenza colectiva parecen
estar en la increíble multitud de “personas que, durante más o menos tiempo,
creyeron en algo que la Iglesia acabó por condenar” (Ibíd.17). “Decenas de
millares de personas mayores del País Vasco se sintieron perplejas por lo que
veían y creían. El silencio impuesto por el obispo hizo que se avergonzaran de
su propio entusiasmo […]. Cientos de miles de familias de videntes de Navarra y
Guipúzcoa, en especial las de origen rural o de pequeñas ciudades que no han
mudado de residencia, han cargado con el estigma de Ezkioga durante sesenta
años en total silencio” (WILLIAM A. CHRISTIAN, Jr., Las visiones de Ezkioga, p.
402). Este silencio ha afectado especialmente a todos los grupos y movimientos
que buscaron ayuda y sentido en Ezkioga, y en la actualidad consideran esa
aportación como algo que a toda costa hay que olvidar.
En cuanto a los principales opositores a las apariciones, el
administrador apostólico de la diócesis, Justo Echeguren fue promovido a obispo
de Oviedo y falleció en un accidente automovilístico el 16 de agosto de 1937.
Don Mateo Múgica fue expulsado de su diócesis y de España en
1936 por orden del general Miguel Cabanellas, presidente de la entonces Junta
de Defensa Nacional. Junto con los cardenales Vidal y Barraquer y Segura, se
negó a firmar la Carta Colectiva de los obispos españoles a los obispos del
mundo, que se publicó el 1 de julio de 1937 y fue firmada por 48 prelados, de
los que 8 eran arzobispos, 35 obispos y 5 vicarios capitulares. Fue obligado a
renunciar a su diócesis a cambio de la de Cinna y se instaló en el País Vasco
francés. Fue autorizado a regresar a España en 1947 estableciéndose en Zarauz,
donde residió, ciego, hasta su muerte a los 98 años de edad. Sus restos reposan
en la Catedral de Santa María de Vitoria.
El padre Laburu, siguió siendo conferenciante popular
predicador en las semanas santas, el escritor Alfonso Ussia cuenta sus
vivencias infantiles durante sus sermones: " A mí, la verdad, el padre
Laburu no me hacía llorar, pero me dejaba helado. De terror, de culpa, de
responsabilidad. Nos dirigía la palabra como si cada uno de los que le oíamos
fuéramos Pilatos o Taifás. Al terminar el larguísimo sermón, todos nos creíamos
pecadores sin perdón, malvados asesinos de Cristo, cínicos romanos o bífidos
hebreos".
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